Es un hecho conocido que a la mayoría de las personas no nos gusta tocar emociones desagradables, como por ejemplo, la tristeza, el miedo, el enojo. Constantemente buscamos remedios que nos ayuden a “eliminar” estas sensaciones, de hecho, mucha de la psicoterapia y de la administración de fármacos en el campo de la psiquiatría están relacionados con eso: reducir el malestar.
En este sentido, la propuesta que hace Martin Seligman, experto en psicología, al respecto de la vivencia de estas emociones desagradables, es opuesta: aprender a vivir con estas emociones y a funcionar a pesar de que las estemos experimentando.
La base de su postura tiene su origen en un descubrimiento de investigación contundente: “es verdad que la mayoría de los rasgos de la personalidad son hereditarios, lo que quiere decir que es posible que una persona haya heredado genéticamente una fuerte predisposición a la tristeza, la angustia… Los sólidos apuntalamientos biológicos predisponen a algunos de nosotros a la tristeza, ansiedad e ira”. (Seligman, 2014)
Esto no quiere decir que estamos condenados a vivir en infelicidad, al contrario, de lo que se trata es de cambiar la perspectiva desde el luchar contra lo imposible a la construcción de una mejor vida a partir de nuestros propios recursos, a pesar del malestar.
¿Cuánto tiempo has invertido en luchar contra tu ansiedad?, ¿cuánto tiempo has pasado queriendo ser mejor iracible? Probablemente mucho, es posible que ¡demasiado! He escuchado más de una vez frases como: “cuando ya no me sienta insegura entonces voy a comenzar mi propio negocio…”, “cuando ya no sienta tristeza entonces visitaré más a mis amigos…”
Esa tendencia a visualizar un mundo mejor cuando las emociones negativas o desagradables desaparezcan es bastante “ilusoria” y también bastante “inhumana”, las personas estamos diseñadas para sentir y esto implica tanto lo agradable como lo desagradable.
Ocuparse entonces de trastornos como la depresión y la ansiedad es algo muy saludable y asertivo, los fármacos, por ejemplo, han mostrado tener grandes aportaciones en los casos agudos, pero, como el mismo Seligman señala, las diferencias entre las personas que tienen grados leves de depresión no parecen ser significativos.
La psicoterapia también es una excelente estrategia en muchos de los casos, sobre todo cuando empodera a las personas para construir hábitos que pongan en práctica incluso cuando el proceso haya finalizado o cuando ayuda a descubrir alguna necesidad imperante que está “por abajo” de los síntomas.
Sin embargo, en muchas ocasiones los procesos no son así y las personas regresan a la vida que tenían antes de comenzar los tratamientos.
Vayamos o no a terapia, vale el esfuerzo pensar y poner en práctica estrategias para aceptar nuestras emociones y “funcionar” a pesar de ellas. Aquí algunas prácticas concretas que te pueden ayudar:
Bueno, pues estas son algunas sugerencias, lo mejor será que tú vayas encontrando la mejor forma de hacerte aliada de tus emociones, también de las desagradables.
Momentos de crisis son incluso saludables, si has experimentado una pérdida o una experiencia desagradable hace poco tiempo, lo mejor será vivir ese dolor, tristeza, enojo, miedo, lo que venga… pero si ya se convirtió en un modo de vida o peor aún en un obstáculo para funcionar, habrá que hacer algo al respecto.
Recuerda, la existencia humana implica no sólo los acontecimientos o las experiencias agradables, sino también esas que nos incomodan o que no nos gustan tanto. Hay mucho que hacer para vivir con todo lo que conlleva SER HUMANO.
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