El día de hoy quiero ampliar un poco más acerca del “ser genuino”. Justo este tema generó mucho interés por parte de mis lectores, agradezco quienes comentaron en el blog y a través de correo electrónico. En especial hubo un comentario que me inspiró muchísimo, una persona me dijo que había que hablar de otras cosas que incluía el ser genuino, entre ellas, el tema de fortalezas. Por supuesto que tiene razón, un artículo de esta magnitud no tiene la capacidad de abarcar todo lo relacionado a un tema, incluso aunque fuera muy extenso, difícilmente conseguimos abarcar todas las posibles miradas de una misma situación o en este caso, de un mismo tema.
Pero bueno, a partir de lo que este lector me comentó, quisiera el día de hoy hablar de cómo a veces nos engañamos pensando que ser genuinos es usar nuestras fortalezas al extremo.
Empecemos por definir qué es una fortaleza, una fortaleza es un rasgo positivo que es valorado moral y socialmente. Los investigadores Seligman y Peterson, pioneros en este tema, incluso dicen que las fortalezas son elementos que hacen que las personas tengan la mejor vida posible.
Así pues, ellos han investigado durante muchos años cuáles son estos rasgos positivos y han tomado la decisión de clasificar dichas fortalezas en 24. Aquí te dejo una tabla en donde se encuentra dicha clasificación.
Para saber cuáles son tus fortalezas puedes hacer un diagnóstico, sin embargo, el día de hoy me gustaría que apostaras por reconocer de manera personal cuáles de estos rasgos te caracterizan, ¿eres una persona creativa, honesta, con mucho sentido del humor, valiente, prudente, sociable, interesada en aprender cosas nuevas?
Y ahora, cuál es la relación de estas fortalezas y el ser genuino. Primero habría que decir que poner en práctica las fortalezas que nos caracterizan implica, en la mayoría de los casos, expresar dicho ser. Sin embargo, el problema viene cuando sobre usamos esas fortalezas, cuando queremos ocupar el sentido del humor para todo, bajo cualquier circunstancia y lo más importante, sobre poniéndolo a nuestra libertad. Ninguna persona, por muy desarrollado que tenga el sentido del humor, puede expresarlo de manera genuina en todos los días de su vida bajo cualquier circunstancia. Si considera que siempre tendría que tener buen humor, puede que encuentre muy desagradable el momento en el que decida que esta circunstancia no le favorece. O una persona que tiene desarrollada su fortaleza de amabilidad, si la ocupa de manera distorsionada puede llegar a utilizar estrategias como el chantaje emocional, diciendo frases como “yo que soy tan amable y tú que no me tratas bien”. O una persona muy valiente… justo hace unos días escuché que una abuelita le decía a su nieta: “tú eres muy valiente, no te debe doler nada, tienes que ir a la escuela con gusto”, y la niña está pasando por una situación familiar complicada en combinación con un padecimiento físico que sí le está ocasionando dolor. No podemos dudar de la valentía de la niña, pero sí podemos decir que ser valiente no puede ser prioridad ante expresar lo que ocurre de manera genuina.
Nuestras fortalezas son muy importantes, definen nuestra personalidad y nos ayudan a construir el éxito, pero como en cualquier otro tema, su uso no debe malinterpretarse. Querer usarlas por encima de nuestro legítimo derecho a ser humanos sería distorsionar la teoría y en vez de aprovecharla al máximo encontrar mucha frustración.
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