La mayoría de nosotros hemos vivido toda nuestra vida, de una u otra manera, en un juego constante de persecución. Desde pequeños nos han enseñado que la vida consiste en establecernos metas con la esperanza de que, cuando por fin las alcancemos, seremos felices de una vez por todas: una pareja ideal, un trabajo perfecto, una jubilación, un viaje lleno de adrenalina, un título universitario o de posgrado, etc. Los ejemplos son tan variados como personas hay en el mundo y, después de todo, es lo que debería pasar ¿no? Un sinnúmero de cuentos, películas, novelas e historias siempre terminan con un final feliz después de que el o la protagonista supera el conflicto en turno y alcanza la meta deseada, así que ¿por qué habríamos nosotros de ser diferentes? También somos los protagonistas de nuestras vidas y merecemos el premio ¿cierto? Pues, en realidad, esta herramienta narrativa (llamada “El Viaje del Héroe” por cierto) no aplica con total exactitud en la vida real (y estoy seguro que ya lo habías sospechado).
Robin McLaurin Williams parecía un hombre exitoso en todo el sentido de la palabra. Desde joven se había dedicado a su más grande pasión: la actuación. También, desde un principio había mostrado un gran talento actoral innato pues, tan sólo dos años después de iniciar su carrera, consiguió un papel estelar en una serie de televisión muy exitosa llamada “Mork & Mindy”. Eventualmente, su talento le permitiría hacer reír y reflexionar a mucha gente con sus actuaciones en películas como ‘Patch Adams’, ‘Aladín’, ‘Una Noche en el Museo’ o ‘Más Allá de los Sueños’. Más adelante, se le llegaría a considerar como uno de los mejores actores contemporáneos, valiéndose de cinco Premios Globos de Oro y un prestigioso Premio Óscar. Aparte, también se calcula que más de cincuenta instituciones recibieron dinero y tiempo de su parte para obras sociales y de caridad. Con todo esto, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que Robin Williams tuvo mucho éxito a lo largo de su vida, ¿cierto? Sin embargo, el 11 de agosto de 2014, Robin Williams fue encontrado muerto en su domicilio cerca de Paradise, California. ¿La causa? Suicidio por asfixia.
Aunque el ejemplo de este célebre actor es extremo y hay muchos otros factores que pudieron haber estado involucrados en su última decisión, también es cierto que todos hemos escuchado alguna vez historias de hombres y mujeres aparentemente exitosos que sufren de problemas de alcoholismo, drogadicción, ansiedad, depresión o que simplemente se tornan personas desagradables; haciendo evidente que no son personas que estén felices ni satisfechas con su vida. De hecho, alguna vez el también famoso y célebre actor Jim Carrey dijo: “Desearía que todos pudiesen volverse ricos y famosos y tener todo lo que siempre soñaron para que, de esa manera, se dieran cuenta de que ese no es el camino”.
Entonces… si todas estas personas no se han hecho felices a pesar del éxito que han tenido ¿qué esperanza podríamos tener el resto de nosotros que aún aspiramos a tan ansiada meta? La respuesta es que, de hecho, aún estamos a tiempo de tomar la ventaja.
En el Siglo XVI, el astrónomo Nicolás Copérnico puso de cabeza a la comunidad científica al afirmar, con evidencias contundentes, que el planeta Tierra giraba alrededor del Sol y no al contrario, como se había creído por cientos de años. De la misma manera, al día de hoy, el campo de la psicología positiva ha hecho descubrimientos que ponen en evidencia que, en realidad, el éxito duradero gira alrededor de la felicidad misma (que depende de ella) y no al contrario, como hasta ahora la mayoría de nosotros creíamos.
Me explico: tener un éxito o alcanzar una meta es como cualquier estimulante externo, aunque su efecto es completamente real, también es inevitablemente temporal. Por otro lado, se ha redescubierto recientemente (ya que el filósofo griego Epicúreo ya lo había propuesto hace más de dos mil años) que la felicidad puede, efectivamente, cultivarse y entrenarse a través de ciertas prácticas específicas, tales como: implementar un diario de gratitud en nuestras vidas, reforzar los vínculos con seres queridos, meditar, hacer ejercicio, etc. Pero, ¿esto quiere decir que nosotros podemos crear nuestra propia felicidad? ¡Así es y sin lugar a dudas! ¡Y no sólo eso! Pues, como comparte el autor y orador estadounidense Shawn Achor en su libro “The Happiness Advantage”, cultivar la felicidad viene con un sinnúmero de beneficios añadidos tales como -pero no limitados a- una mayor eficiencia laboral, mayor creatividad, mejores relaciones sociales e íntimas, mejor salud física, mental y emocional, mejor desempeño físico y un largo etcétera de factores que, personalmente, definiría como un auténtico y duradero éxito en varias -si no es que todas- las áreas de nuestra vida. O, en otras palabras, la felicidad nos acerca mucho más al éxito que el éxito a la felicidad.
Y es que, reflexionándolo un poco, la verdad es que para llegar a esta realización sólo se necesita un poco de sentido común: cuando estamos felices estamos más relajados y podemos enfocarnos con mayor facilidad en lo que nosotros realmente queremos, tenemos menos estrés y ansiedad, es más difícil que la depresión se apodere de nosotros, nuestra mente está despejada e incluso, biológicamente hablando, está comprobado que el cuerpo es mucho más eficiente cuando está en un estado de calma y alegría. Y al final todo esto me lleva a pensar que quizá, y sólo quizá, la felicidad podría no ser la máxima consecuencia del éxito, sino su requisito más esencial y fundamental.
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