Todos nosotros, con la excepción de Benjamin Button, empezamos siendo niños. Es una etapa maravillosa en la que no existen responsabilidades más allá de obedecer a nuestros padres y aprovechar la vida tanto como sea posible. Usualmente, es el momento en el que menos condiciones ponemos para ser felices: sólo basta tener un juguete a la mano (a veces menos que eso) y una imaginación ilimitada para disfrutar de cada día. Por otro lado, es importante mencionar que también es la etapa en la que más subestimados somos.
Hasta cierto punto, creo que es entendible que los adultos duden de la capacidad de comprensión de los niños, pues son seres nuevos en la existencia que apenas están empezando a aprender cómo funcionan las cosas. La mayoría apenas está entendiendo cómo comer, andar, hablar, etc. Cosas que los jóvenes y adultos sabemos hacer hasta inconscientemente. ¿Pero alguna vez te habías dado cuenta de la inmensa resiliencia que tienen los niños (y que en su momento tú también tuviste) o de la maravillosa capacidad de asombro que les hace ver casi todo como algo nuevo y emocionante (y que también tú tuviste)? Si la respuesta es no, déjame compartirte cómo, con la atención suficiente, podrías recordar a tu niño interno y aprender algo sobre estas dos invaluables virtudes: la resiliencia y la capacidad de asombro.
Empecemos por la resiliencia. Ya que has llegado hasta aquí sé que eres perfectamente capaz de leer y probablemente también de escribir, caminar, comer, etc. ¿Alguna vez te habías puesto a pensar que detrás de cada paso, de cada letra y de cada bocado hubo decenas sino es que cientos de fracasos? Es decir, antes de poder leer o hablar hemos de haber balbuceado innumerables veces sonidos sin ningún significado real; antes de poder caminar nos hemos de haber caído y levantado un mínimo de cinco veces al día por algunos meses y antes de poder escribir, hemos de haber realizado plana tras plana tras plana de figuras y letras que por más que nosotros jurábamos que ya tenían la forma correcta, nuestra educadora o nuestra misma madre nos decía que debíamos repetirla de nuevo. Con esto quiero compartirte que ya eres un maestro o maestra de la resiliencia, del fallar y volver a intentar y del caer y volver a levantarte, sólo que quizá lo habías olvidado…Después de todo, gracias a eso hoy puedes caminar y la mayoría, hasta correr.
Ahora hablemos de la capacidad de asombro. Hay un video en el que un niño recibe de regalo una banana como parte de una broma del día de los inocentes. Sin embargo, todos terminan sorprendidos cuando el niño se emociona muchísimo y se come la fruta como si fuera algo realmente delicioso y maravilloso. Aunque es un video simple, a mí me impactó muchísimo por cómo la inocencia de este chico le permite apreciar, agradecer y disfrutar enormemente algo tan aparentemente inocuo como una banana y me hizo reflexionar sobre cómo muchos de nosotros nos paseamos por la vida sin siquiera agradecer y disfrutar de regalos con mucho más substancia como son nuestra familia, nuestros amigos, nuestros hogares, nuestras mascotas, etc. Lo que quiero ilustrar con esto es que creo que vale la pena hacer memoria y transportarnos a aquellas épocas de infancia en las que todo nos parecía maravilloso y digno de apreciación debido a nuestra inocencia. Y creo que esta misma inocencia puede ser trasladada a nuestras vidas actuales pues el mismo Sócrates dijo alguna vez: “Yo sólo sé que no sé nada”. Y creo que quizá a lo que se refería es justo a esta capacidad de asombro que tienen los niños al ver el universo como algo nuevo y maravilloso y que nosotros podemos desarrollar también con humildad reconociendo que lo que creemos saber es nada comparado con la inmensa magnitud del universo.
Para terminar, me gustaría invitarte a que te abrieras a la experiencia de aprender de la inocente sabiduría que pudiera tener cualquier niño de tu alrededor y que te veas reflejado en él o en ella pues, con la atención suficiente, quizá tu niño interior pudiera recordarte alguna que otra enseñanza que pudieras haber olvidado. Después de todo y como lo dije antes, resiliente e inocente ya fuiste, sólo es cuestión de que lo recuerdes.
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