¡Espero estés teniendo un excelente día! En el último blog (sino lo has leído, puedes ir a verlo por acá) comenté que en esta ocasión compartiría una cuarta técnica de estudio que complementa perfectamente las tres antes mencionadas. Y como lo prometido es deuda, ¡aquí estamos! Sin embargo, antes de empezar me gustaría aclarar que, aunque sí empecé viéndola como una técnica de estudio más, pronto empecé a darme cuenta de que lo que estaba en mis manos no era sólo eso, sino mucho más: una perspectiva completamente diferente de ver el aprendizaje en sí mismo y, hasta ahora para mí, un método mucho más divertido y eficiente de adquirir conocimientos. ¿Y de qué técnica/método/perspectiva estoy hablando? Yo le llamo “construye tu curiosidad” (aunque estoy seguro que a muchos genios allá afuera le han puesto otros nombres) y consiste en hacer que tu cerebro se interese genuinamente en el tema que deseas aprender. Algo así como generar tu propia curiosidad focalizada, de tal forma que no sólo lo aprendas más fácil y rápido, ¡sino que además lo disfrutes!
Ya sé, casi suena como uno de esos productos que venden en la televisión y que prometen que te van a curar de cualquier cosa. Por eso, primero quiero exponerte cómo, con ayuda de mi familia y mis amigos, llegué a vislumbrar esta idea en primer lugar. Todo empezó hace unas semanas mientras hacía lo que mejor sé hacer: procrastinar. Así es, tenía programados unos cinco exámenes para la siguiente semana y ¡no había estudiado para ninguno! ¿Ya adivinas dónde estaba yo? ¡Acertaste! En mi cama viendo videos de gatitos y perritos (¡es que son hermosos y divertidos!) en YouTube. Mientras veía cómo un felino aprendía a llamar a un tal Raúl, me puse a pensar: “¿por qué me cuesta trabajo interesarme por los temas que sé que tengo que estudiar? Sin duda son interesantes pero no se me quedan como otras cosas que he aprendido en mi vida. ¿Qué hay de diferente? Le preguntaré a los demás qué temas o cómo han logrado que ciertos conocimientos se les queden más que otros.” Me preparé para ponerme manos a la obra, terminé de ver otro video y me puse a investigar.
En total entrevisté como a 15 personas, desde uno de mis más grandes amigos que trabaja como programador freelancer y rutinariamente tiene que aprender nuevos lenguajes de programación hasta mi abuelo retirado que fue profesor. Aunque todas las respuestas fueron considerablemente diferentes entre sí, hubo siempre un factor común que se podría resumir en: “lo que más fácil se me hizo aprender fue aquello que me interesaba, aquello que me daba suficiente curiosidad para querer saberlo”. Y cuando analicé este factor común, caí en cuenta de que también era mi caso. Todo lo que sabía y recordaba sin necesidad de que me hicieran exámenes era aquello que me había dado la suficiente curiosidad para aprenderlo por mi cuenta.
“¡Genial, problema resuelto! Sólo tengo que aprender lo que me llame la atención y no tendré ningún problema” me dije a mí mismo, con un ingenuo orgullo de quien cree que ha hallado la respuesta. Excepto que… eso no resolvía mi problema para nada porque la escuela es la que me dice los temas que debo aprender y no yo a ellos los que quiero aprender. Frustrado ante esta realización, fui con mi abuelo profesor y le conté mi dilema existencial. “¿Debo resignarme a meter en mi cabeza a la fuerza cosas que en realidad no quiero saber?” le pregunté con desesperanza. “¿Sabes? Lo que yo hacía con mis alumnos cuando parecía que un tema no les interesaba es que estimulaba su curiosidad. En vez de presentarles el tema de forma monótona, lo que hacía es que les picaba la curiosidad cosas como ‘Oigan, ¿Nunca se han preguntado cómo es que un armatoste tan grande y pesado como un avión puede alzarse por sobre las nubes?’ o ‘¿Alguna vez se han preguntado de dónde sale el aire que sopla por las mañanas? Porque no sale de la nada’ y cosas así. Quizá podrías usar un método similar contigo mismo”, me respondió.
Yo estaba que no cabía de la emoción, ¿¡Cómo no se me había ocurrido?! Le agradecí vehemente a mi abuelo por el consejo y, como no podía esperar, me dispuse a ponerlo a prueba cuanto antes. Uno de los exámenes de los que les platiqué antes era sobre la digestión y metabolismo de carbohidratos, un tema curiosamente complejo para algo que nos pasa a todos todo el tiempo. Así que preparé mi material de estudio, cerré los ojos y me pregunté a mí mismo: “Yves, ¿no te gustaría saber cómo es que la torta que te comiste en la mañana te está dando la energía suficiente para poder… pues, estar vivo?” Mi respuesta fue: “¡Por supuesto!” Y fue así como logré sacar un sólido 9.5 en dicho examen. Pero no sólo eso, sino que la información realmente se me quedó hasta después del examen y me impulsó a aprender con mucho más entusiasmo algunos otros temas relacionados más adelante.
Mi hipótesis personal es que la curiosidad es el mecanismo natural que tenemos los seres vivos para explorar el mundo que nos rodea y aprender de él. Y esto es muy evidente sobre todo en los bebés, que en sus ansias de explorar y conocer el mundo tocan de todo y hasta se lo meten a la boca. Tiempo después, los infantes entran a la etapa de los “por qués” y preguntan acerca de todo: “¿por qué esto, por qué aquello?” La curiosidad humana en su máxima expresión. Igual, si te interesa revisar el lado más científico de este tema, acá te dejo un par de links (aquí y aquí) a artículos científicos sobre estudios controlados acerca del poder de la curiosidad en el aprendizaje.
Por último, ¿cómo puedes aplicar esta perspectiva para aprender más rápido y mejor? Creo que el primer punto y quizá más importante es: recupera tu capacidad de asombro. Es decir, recuerda un poco esa inocencia y curiosidad infantil que alguna vez tuviste y recuerda que, aunque ahora eres adult@, el mundo que te rodea sigue teniendo incontables misterios realmente maravillosos por descubrir. Incluso, lo que sabemos como humanidad es apenas una mínima fracción de lo que podríamos llegar a saber. ¿Te imaginas cuántas cosas aún no han sido descubiertas y/o inventadas y que podrían generar un gran impacto positivo en la sociedad? Lo que me lleva al siguiente punto… Si no eres de las personas que sólo les gusta saber por saber, lo que puedes hacer es buscar la aplicación práctica de los conocimientos que estás por adquirir. De esta manera, para nuestro cerebro se vuelve un aprendizaje útil, interesante e incluso hasta necesario. Además, como dicen en la carrera de medicina: “Entre mejor y más estudies y aprendas, más posibilidades podrás ofrecerle a tus futuros pacientes”. Y tú… ¿Qué crees que podrías aprender o estudiar para poder ofrecerle más opciones a tu familia, tus clientes, tus trabajadores, tus compañeros de trabajo, tus clientes o tu comunidad? En cuanto a la curiosidad, nuestra capacidad de aprender y las cosas que quedan por descubrir, las posibilidades son virtualmente ilimitadas.
¡Espero hayas disfrutado de este blog tanto o más de lo que yo disfruté escribiéndolo! No olvides seguir ejercitando tu curiosidad, entre más humanos hayamos con disposición y voluntad de aprender, más sabia se hará la humanidad en conjunto. ¡Aún estamos a tiempo!
Enviar WhatsApp